lunes, 17 de junio de 2019

Mayo del 68: la revolución de la revolución

Tal y como dice Tomás Ibáñez en el prólogo de este libro, Mayo del 68: la revolución de la revolución, aquello fue un acontecimiento irrepetible, aunque sus ecos llegan hasta nuestra época y cobra vida en cada gesto de rebeldía.

Aunque también asegura que Mayo del 68 fue un hecho inesperado, otros afirman que el carácter libertario y antiautoritario del evento no pudo surgir de la nada y ya se anunciaba meses antes algunas acciones anarquistas. No entraremos aquí en ese análisis. Jacques Baynac, en su magnífico libro, nos relata con sumo detalle y habiéndolo vivido en primera persona, todo lo acontecido en aquellas semanas. Como es sabido, antes del estallido de París, el año 1968 ya había vivido importantes acontecimientos que sacudieron el mundo (manifestaciones y ocupaciones estudiantiles en diversos países, asesinato de Martin Luther King, radicalización de los movimientos sociales en EE UU, protestas contra la guerra de Vietnam…).  Eran protestas por causas muy concretas, al igual que se iniciaron así los hechos de Mayo del 68; la diferencia es que las exigencias, que se extendieron por Francia, acabaron siendo mucho más generales y profundas. Bayniac lo define como "una sed de libertad en todos los planos", se pretendía acabar fundamentalmente con un estilo de vida vacuo y gris ofrecido por la sociedad estatista y capitalista.

Las exigencias revolucionarias, llevadas a cabo por estudiantes, pero también por trabajadores en ocupaciones de fábricas, tenían un carácter inequívocamente libertario. Jamás se planteó la toma del poder y los Comités de Acción de Trabajadores-Estudiantes (CATE) se mostraban abiertos a todo el mundo en su rechazo de toda expresión jerárquica, vanguardista o burocrática. No hay ninguna duda tampoco del carácter espontáneo e improvisado de las acciones, tan criticadas por ciertas fuerzas políticas, para calificar Mayo del 68 como un evento enormemente creativo e innovador. Los planteamientos marxistas, con su rígida visión del proletariado como sujeto revolucionario, se dieron de bruces con la realidad. Los hechos confirmaron la visión libertaria de que es el mismo proceso revolucionario el que genera a sus protagonistas, que es el conjunto de la sociedad en toda su pluralidad.

La mecha se encendió un 3 de mayo, fecha en la que las protestas estudiantiles se expandieron por las calles de París. Sus principales protagonistas fueron cercados en el patio de la Sorbona por una enorme fuerza policial. Estos hechos provocaron que la gente reaccionara, sin ningún tipo de directrices ni consignas, con una decidida voluntad de autogestión, y se solidarizaran activamente con todos los represaliados. El desarrollo final de Mayo del 68 no supuso la realización de un proyecto planteado de antemano, su fuerza radicó en plantear un nuevo escenario en el que ya no tenía cabida una mediocre vida predeterminada. Es, con seguridad, tal y como se plasma en el libro de Baynac, un acontecimiento que marca una antes y un después en la época contemporánea. Con todas las causas posibles y el análisis previo que quiera realizarse, fue un proceso de subversión en el que ocuparon los espacios para convertirlos en lugares de encuentro y debate, lo cual favoreció la creatividad de las personas para construir un escenario con innovadoras relaciones sociales. Consecuentemente, una nueva conciencia se genera y también el sentimiento de que otra vida es posible, mucho más satisfactoria.

Como no puede ser de otro modo en un evento transformador de naturaleza libertaria, es la propia gente la protagonista para comenzar a dirigir sus vidas, de tomar sus propias decisiones para que esos nuevas paradigmas potencien la capacidad autogestionaria. Es inevitable hacer un paralelismo entre Mayo del 68 y el reciente 15M en España (curiosamente, iniciados en el mismo mes). Como podemos leer en la estupenda narración de Baynac, una de las primeras diferencias entre los dos acontecimientos es la visión y el uso de la violencia. Si en las plazas españolas de hace cinco años, se criminalizó claramente la actitud violenta, en el Mayo francés se preparó rigurosamente una resistencia frente a las fuerzas policiales. Ello no quiere decir que se justificara ni se ejerciera sistemáticamente, aunque los medios de entonces ya se ocuparon de exagerar todo lo posible los destrozos en las calles. El 15M fue un proceso más lento en el que la descentralización hacia los barrios tardó en producirse, mientras que en Mayo del 68 eso ocurrió ya el día 4, en el que hubo un llamamiento para crear comités en los barrios y en los centros de trabajo (esto último, inexistente en el caso reciente español).

Tengamos claro que el Mayo francés fue un movimiento social en el que la corriente autogestionaria no fue nunca anulada o captada por las fuerzas políticas y sindicales ni se planteó jamás la conquista del poder. Parte del 15M, desgraciadamente, decidió lanzarse a la conquista de las instituciones y hoy tenemos esa nueva (y vieja a la vez) organización llamada Podemos. Mayo del 68 quería transformar radicalmente la sociedad, huir del Estado y el capitalismo, mientras que hoy en España gran parte de las personas son seducidas una vez más por el electoralismo para apuntalar el poder político, eso sí, con una joven y atractiva vanguardia, y "humanizar" el poder económico para que los cosas continúen más o menos como antes. Tal y como lo expresa Ibañez: "Mayo del 68 pretendía abolir lo existente y trabajar para su radical mutación. Hoy se trata de regenerar lo existente". Cuando el general de Gaulle convoca elecciones, la respuesta de los protagonistas de Mayo en aquel momento es reproducida por Baynac de modo tajante: "una trampa para tontos". La lectura de Mayo del 68: la revolución de la revolución nos hace comprender lo que tuvo de radical e innovador aquel proceso para, precisamente, tratar de buscar nuevas vías, así como concepciones políticas y organizativas libertarias, más de medio siglo después.

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