martes, 11 de diciembre de 2012

Revitalizando las propuestas ácratas

Muchas veces se reprocha al movimiento anarquista su (supuesta) insistencia en un pasado "glorioso", en los logros históricos concretados en las colectivizaciones libertarias construidas durante la revolución del año 1936. Este reproche no parece más que otra penosa distorsión producto de los tiempos que vivimos. Es decir, en un país en el que el sistema político y económico actual es consecuencia de un amnesia consciente en hechos históricos contemporáneos, mantenida y fortalecida desde las instituciones, cualquier trabajo que trate de resolver esa situación debería ser bienvenido (tal vez criticado en su contenido, pero no tristemente cuestionado a priori). Insinuar que los anarquistas idealizan su pasado me parece una broma de mal gusto cuando las identidades nacionales se construyen de forma mistificadora desde las instituciones del poder. Por otra parte, los anarquistas no tienen, ni desean tener, el poder necesario para imponer al conjunto de la sociedad su versión militante de los hechos, pero tanto derecho tienen a construirla como cualquier otro colectivo. Por supuesto, ello desde un trabajo honesto y todo lo riguroso posible. Dicho esto, y sin mencionar la gran falta de conocimiento y de conciencia histórica que sigue existiendo en la sociedad española, lo que conduce a observar a los anarquistas como una pintoresca realidad del pasado o algo peor, vamos a insistir una vez más sin falta de pudor en los logros de pasadom precisamente para tratar de actualizar sus propuestas a los nuevos tiempos. Las colectivizaciones libertarias de los años 30 del pasado siglo, con todos sus errores, propios de cualquier manifestación humana y siempre objetos de crítica, fueron el intento de edificar un mundo sin coerción, basado en la cooperación y en el apoyo mutuo (conceptos que, aunque nos quieran hacer ver lo contrario, están estrechamente vinculados al de la libertad). Hoy, que la la noción de solidaridad está tristemente institucionalizada en forma de una cuestionable acción caritativa y que tanto se existe en el mundo empresarial en lo necesario de la cooperación, es más necesario que nunca seguir hablando de las propuestas anarquistas.

La sociedad actual, ferozmente competitiva, con una sofisticación cada vez mayor de la alienación y con unas crisis cíclicas que agudizan todos los problemas ya presentes en el sistema, se mantiene además en base a una serie de creencias; la más vulgar es que el ser humano ha llegado al fin de todos los sueños, nos encontramos en el mundo político y económico que mejor se adapta a su despreciable condición y lo mejor que podemos hacer es (sobre)vivir lo mejor posible. O, lo que es lo mismo, la anulación sistemática de toda conciencia histórica, social y política, y la atomización de los individuos basada en el "sálvese el que pueda". Esas creencias vulgares sobre la condición humana y el estado de las cosas son repetidas hasta la saciedad de un modo un otro en los medios y, aunque el término "propaganda" pueda resultar anacrónico también para los que detentan el poder, o para los que lo justifican de un modo un otro, insistiremos continuamente en lo necesario de estimular la conciencia en base al conocimiento y en tratar de potenciar los valores humanos más encomiables. Cooperación y solidaridad son términos que han perdido, en gran medida, su potencial transformador, por lo que pondremos siempre el ejemplo del mundo que han tratado y tratan de construir los anarquistas con los ejemplos históricos; un mundo donde la libertad solo es posible a través de redes de cooperación fuertemente solidarias. Si las colectivizaciones libertarias existieron fue gracias a un trabajo previo de educación durante décadas. Ese es otro factor en el que siempre han insistido los anarquistas, lo necesario de una educación amplia y libre, basada en la razón y en el conocimiento; muy pocas personas se opondrían hoy a esto, estoy seguro, pero siguen existiendo numerosos obstáculos para llevarlo a la práctica. No se trata de una educación para formar anarquistas, se trata de que una educación de esas características pueden confirmar los valores ácratas; si no gusta esa terminología, para los que todavían sigan pensando en una ideología de miras estrechas, tal vez pocos podrían oponerse a la potenciación de lo más digno y encomiable del ser humano cuando ponemos esa realidad delante de sus ojos.

No, no se trata de un bonito sueño, es una realidad que podemos llevar a la práctica en la medida de nuestras posibilidades; crear redes solidarias que dejen sin argumentos a los obtusos y conservadores. El movimiento 15M recoge en gran parte este legado, se etiquete o no como anarquista, pero con la participación de muchos militantes libertarios, aunque son necesarios cambios mucho más profundos; desgraciadamente, la mentalidad conservadora que apuntala el statu quo sigue siendo muy grande. La confianza en la emancipación social a través de la educación y la cultura no es ninguna utopía. O tal vez lo sea, en un significado de la palabra "utopía" que nada tiene que ver con lo imposible de llevar a cabo, ya que es necesario ir conquistando ese lugar todavía no realizado, pero posible gracias al gran potencial humano. Las propuestas anarquistas, de descentralización y autogestión política, son las que más eficazmente combaten la alienación, mientras que una educación auténticamente libre, cooperativa, solidaria y fuertemente crítica e inconformista ha demostrado ser eficaz cuando ha podido llevarse a la práctica. Se trata de una permanente exigencia de libertad en todos los ámbitos de la vida, con unas propuestas tan radicales como pragmáticas. Basta ya de mistificaciones históricas, este es el mundo que desean los anarquistas con todos las dificultades y objeciones que se producen y se producirán. Por supuesto que, aceptando este vínculo con el pasado al que jamás hay que renunciar, y manteniendo esas convicciones libertarias incólumes, hay siempre que oxigenar el movimiento y tratar de comprender los nuevos tiempos, con sus paradigmas de pensamiento y su acción política y económica. La creación de esas redes solidarias, con intercambio permanente de información, sirve también como forma de educación para los que participamos de él, desarrollándonos en todos los sentidos dentro del mundo en el que creemos. No es tarea fácil, potenciar la propia conciencia y tratar de estimular la de los demás, pero lo que deseamos es vivir, no limitarnos a sobrevivir.

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